miércoles, 6 de agosto de 2008

El acontecimiento "contestar el teléfono"

Cuando era chica y estabamos los tres en la cocina, mi papá, mi mamá y yo... a veces sonaba el teléfono. Mi mamá se detenía, mi papá se detenía, yo me detenía. Mis ganas de contestar eran infinitas... de saber quién sería el que llamaba. Aún sabiendo, que jamás era para mí.
Muchas veces me paraba en la puerta de la cocina mirando para el largo y oscuro pasillo, que daba al living, también oscuro. Mi mamá asumía que yo iría y seguía quizas revolviendo una olla, lavando algún plato o fregando la cocina. Siempre había algo que hacer ahí. Mi papá, parecía no inmutarse. Sentado siempre en el mismo puesto de la mesa: la cabecera. Que estaba hecha para él, tenía SU silla, SU cojín y el largo del mantel según a él le acomodaba. Yo me paraba en el escalón que separa la cocina del pasillo. Y me ponía nerviosa. Cada sonar me aceleraba un poco... y siempre alguna parte de mí esperaba que colgaran para no tener que enfrentarme a todo lo que venía. Pero nunca paraba y sonaba y sonaba. Siempre dudaba de que hacer, porque el solo pensar en atravesar el pasillo tan tan oscuro, tan largo, me daba terror.
Entonces, la mayoría de las veces, me lanzaba a correr por el pasillo sintiendo que el corazón se me iba a salir. Corría tapándome los oídos, con los hombros lo mas arriba que podía y solo levantaba una mano, la mano izquierda, mientras pasaba por al lado del interruptor de la luz que estaba a mitad de camino. Cuando alcanzaba a apretarlo, sentía un relajo tan grande. De acompañarme de luz. De iluminar en gran parte el living y ya poder soltarme un poco.

Otras veces, era tal mi desesperación por pasar rápido por el pasillo, que no alcanzaba a prender la luz y ahí era terrible, porke debía atravezar el living, también a oscuras, llegar a la pared que paraba mi corrida, prender la luz y correr hacia el teléfono.
Cuantas veces serían las que, de tanto vuelo que llevaba corriendo, llegaba a la pared a estamparme, golpeándome mas de una vez en las manos, los brazos o las rodillas.
Al pasar por la puerta que separa el pasillo del living, ya era tal la desesperación, que gritaba. Mas que nada porque un grito hacía menos tremendo el miedo. Hacía que viera menos las manos saliendo desde el pasillo... o viera menos al hombre sentado en el sillón, observándome.
Hacía menos chocante el entrar a un lugar de sombras, donde no sabía que iba a encontrarme. (o eso pensaba)
El grito me desahogaba.
Tanto, que llegaba muerta de la risa a contestar, no podía decir ni ''¿aló?'' porque las risas de desesperación, los nervios y la agitación de andar corriendo me impedían hablar.
Y a veces ni siquiera alcanzaba a levantar el auricular, porque cortaban antes.

Y ahí tenía que devolverme. Y lo peor. Volver a dejar apagada la luz. Y correr hacia la cocina.
Y muchas, muchas veces me tropecé con el escalón.

Pero no importaba, lo había hecho (por lo menos llegar al teléfono)

Si antes hubiera sido como estoy ahora, no salgo de la cocina.







... me da susto intentarlo.

9 comentarios:

ChaPa ((( 22 ))) dijo...

Ufff... Me agarró un flash. Se que no te interesa, pero lo cuento igual (y que?). Cuando era chico, tenía la manía de que cada vez que sonaba el fucking teléfono querer atenderlo, pero mi hermana mayor (en plena adolescencia, donde todos queremos atender) siempre, siempre, siempre lo atendía. Por eso es el día de hoy que tengo en mi cuarto 3 teléfonos!!! Si, dije 3teléfonos. Lo peor es que cuando me suena y no atiendo (por una razón "X") y me aparece la llamada perdida, siempre llamo (sea la hora que sea) para preguntar por que razón me llamaron anteriormente. Maldita manía.

Otra cosa, acerca de eso que ibas corriendo del miedo/desesperación/nerviosismo o lo que fuere a atender, a mi me pasa algo parecido, aunque un poco distinto. En el lugar donde yo vivo, se dice que hay una "nena fantasma". Yo no lo creía, me creí que eran boludeces de mis amigos hasta que... aparecio en todos los diarios del mundo y hasta en Mañanas Informales, Chiche Gelblung y un par de noticieros mas... Una locura. Por eso (y acá viene la similitud con lo tuyo) cada vez que vuelvo de bailar y tengo que caminar por las oscuras y tétricas calles de este cantry, vuelvo corriendo del "kuiki" de que aparezca la fantasmagórica imagen... ¿Qué le voy a hacer?

Bueno, me gustó el blog.

Si tenés ganas, pasate por el mio.


Saludos!

Voy a seguir pasando, ya que con varios textos me sentí bastante idenntificado...


Nuevamente saludos!


ChaPa ((( 22 )))

Vegetable Man dijo...

Me pasba igual cuando era pequeño, corria hasta que el corazón se me salia por el largo pasillo a oscuras. hasta que aprendí a vivir dentro de la oscuridad.

almayciudad dijo...

Gracias por pasarte. Abrazos.

elena relucio dijo...

bonita historia! yo nunca fui de esas que corrían detrás del teléfono, porque, seguramente, pocas veces era para mí...

_un saludo

GUIA POCKETBLOG dijo...

jajaja yo siempre fui igual

muy buneo el post

Bell dijo...

Lo peor que me podia pasar, era que se cortara la luz mientras me estaba bañando, cerraba los ojos fuertes para no ver el espejo, tenia terror a mirar al espejo con la luz apagada.
:)
La niñez..
jajaj
Aguante el mayo frances :)
beso

Anónimo dijo...

De dónde vendrá el miedo a la oscuridad, o al silencio?
Será la falta de... (luz y sonido) lo que nos intimida?

eliú dijo...

asu.... he imaginado las escenas como las cuentas, el latido del corazon, los nervios, la oscuridad, el sonido del telefono, el pasillo....

todos tenemos miedo a algo... la mayoria por la niñez, la oscuridad es un tema interesante... y tu historia mucho mas.


regresare.


Isra,

Don Buho dijo...

EL teléfono... según las circunstancias es un bendito/maldito aparato. Agradezco/maldigo no haber tenido uno de chico. Ahora que tengo el mío propio, es como si fuera parte de mí. A estas alturas, no se si eso es bueno/malo. Pero cuando se le acaba la bateria agradezco/maldigo haber olvidado el detalle de cargarlo... Porque como que te aisla del mundo. Curioso, por que no cuesta nada (mentira, un par de monedas) acercarse a un teléfono público y llamar, salvo que no me se los teléfonos de casi nadie. Como sea, el aislamiento se convierte en mi pasillo oscuro, el que transito sin/con miedo, según la vibra del momento.
Escribes de maravilla, Andrea. Admiro eso en ti.
Saludos!